El verano huele a paz, a tranquilidad. El verano huele a tiempo para gastar como nos venga en gana. Huele a mar, a salado y a dulce. A arena y a filetes empanados en la playa. Huele a cervezas hasta las tantas, y a desayunos que son casi almuerzos.
El verano huele a un millón y medio de libros que leer, o que beberse más bien. Huele a sol, a brisa mañanera y a noches en calma. Huele a amores de una noche. O de dos. El verano huele a locuras, a personas inolvidables, a historias irrepetibles. Huele a sábanas revueltas, a camas desechas. A alcohol y al humo de algún que otro cigarrillo.
El verano huele a besos de desayuno, de media mañana, de tarde y de buenas noches. Huele a una luna llena para recordar y a deseos en una lluvia de estrellas. A carcajadas y a alguna que otra locura. El verano huele a buenos amigos y a mejores ratos. Huele a aire fresco y a cuerpos húmedos. A dormir sin reloj pero en buena compañía.

El verano huele a viajes, a gente nueva, a lugares donde repetir. El verano huele a ganas y a gin-tonics, ron, tequila o lo que te apetezca. El verano huele a ropa nueva, a sonreír porque sí. El verano huele a ser diferente. A sorprender. A contar algo nuevo. Huele a sorpresas y a despedidas.
El verano huele a comienzos y este está preparado para empezar.
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