miércoles, 16 de septiembre de 2015

Hasta siempre



Hoy no escribiré largos párrafos, ni siquiera pensaré en las miles de reflexiones que se me pasan por la cabeza. Hoy solo quiero estar con ellos, en silencio, porque aunque creamos que no hay silencios que nos salvan.

En estas semanas he visto lágrimas en el corazón y sonrisas a medias tintas, la mirada perdida cuando dejas marchar al amor de tu vida. He sentido el temblor en las manos cuando el alma llora y he disfrutado el abrazo que lo dice todo. He visto llantos en personas que nunca podría imaginar y he ahogado ese nudo en la garganta, y más aún en el corazón, que no te deja hablar. Hay momentos que no podemos explicar, solo vivir. Callar, asimilar y sobrevivirnos juntos. 

Hay almas que son eternas, que siempre permanecen. Aquí y allá, siempre.

Abuela, yaya y madrina, hasta siempre.

Y

Hay cosas insuperables, de las que nunca te repondrás pero a las que tendrás que acostumbrarte para seguir viviendo.

No sé si escribiré nunca algo que salga tan desde el corazón. Estoy segura de que este post es y será el más doloroso para mí, y también para ella, mi media naranjita, pero necesito despedirme como no he podido hacerlo.

Un día te levantas, y de repente, sin creerlo tu vida da un vuelco de 180 grados. Sin retorno. Ella se me iba. Nada podía hacer. Uno de los pilares de mi vida, mi segunda madre. Tantos días y tantas noches para el recuerdo que ahora viven en mí. Y lo harán para siempre.

Tengo tanto que decirte, tantas cosas me quedan por vivir contigo que me es imposible pensar que no estarás. Prefiero pensar que lo vivirás a mi lado, que estarás, de alguna forma, nunca como necesitaría, pero lo harás, estoy segura.

Porque las personas nunca se van si siguen en tu corazón, ¿verdad?



"Por los que están,
por los que se fueron 
y por los que vendrán."

Te quiero abuela.

martes, 15 de septiembre de 2015

Re-leyendo

Me dijeron que no es lo mismo vivir a dejar que los días pasen. Que romper las hojas del calendario está bien pero que no saber en que día vives es mucho mejor. Me contaron que llevar una agenda es organizado y bien útil. Pero yo nunca he sido partidaria del orden. Por eso sigues aquí.
Me dijeron que el desorden te desataba. Que te descontrolaba la vida, te rompía los esquemas. Que te cortaba las manías y aceleraba a 150km/h. Sin rumbo fijo y a piñón. Y supe que quería eso. Tu desorden. Idas y venidas hasta cansarme. Que te marches y verte marchar. Para volver a verte. Y esperarte. Que me esperes. Que me subas y me bajes. Que me aprendas. De memoria.
 Me dijeron que las manías no estaban tan mal si eran nuestras. Podíamos llegar a odiarnos y a querernos en dos minutos. En uno. En nada. Llegar al infinito nunca me resultó tan sencillo si estabas al otro lado de la puerta. Y conocí las ganas de matar y desgarrarte cada una de las partes de tu boca. Pero no. Porque me quedaría con ganas de más. Y eso nunca me ha gustado.
Me dijeron que dejar la miel en los labios no estaba mal. Ni bien. Pero que a veces tenía su punto. Me confesaron que podía llegar a escribirte la espalda con besos. Y borrarlos para volver a hacerlo. Calcule 37. 37 besos que medía tu espalda.
Me dijeron que eras un enigma. De esos que nunca terminas de descifrar. De los que parece que cuando es que si, te demuestran que no. Y así. Una y otra. Y otra más. Me contaron que te fuiste de la mano de alguna que otra loca en una noche en la que yo perdía la cabeza en la barra de cualquier bar. Y que los besos estaban vacíos si ya no eran de tu boca. Ni sabían dulces. Amargos. Como el café solo. Como tú. Como nosotros.
Me dijeron que mientras me esperabas la vida continuaba. Y yo te echaba de menos bajo las sábanas. Me prometieron olvidarte y aún sigo releyendo la última página de nuestro libro. La reescribo y cambio la historia. 

Y vuelves. 
Y estamos. 
Y me gusta estar.