Me gusta ser rara y fijarme en las cosas que no todo el mundo suele apreciar. Como ese momento en el que un chico espera para decir adiós a su novia por la ventanilla del bus. Eso también me gusta. Igual que me gusta dormir en la cama de mi hermano cuando él no está, casi tanto como el café frío.
También me gusta la mirada pícara de mi abuelo cuando suelto alguna de mis tonterías, o las veces que, sin querer, se le escapaba una risilla disimulada a mi abuela con algo que él dijese aunque estuviera profundamente enfadada.
Y me gusta vivir, por encima de todo. Reír a carcajadas o llorar como para llenar un lago. Y ser capaz de hacer las dos cosas en menos de 2 minutos, y no saber la razón. Eso también me gusta.
Y las comidas familiares, en las que lo primero es de lo menos y lo segundo lo de más. Aunque son mucho más difíciles desde que no estás, todos lo sabemos, aunque no digamos nada.
Y me gusta pasar cualquier momento con mis amigas. En cualquier sitio, a cualquier hora.
Y nuestros planes improvisados. Esos siempre fueron los mejores.
También me gustan mis ratitos a solas. Y leer hasta que me duela la cabeza. Y que me mires mientras intentas adivinar en qué estoy pensando. Y colorear.
Y, desde hace algún tiempo, también me gustas tú. Y me gusto yo cuando estoy contigo.
Y eso es lo que más me gusta.
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