Vuela alto. Tanto que un día desaparezcas del mundo y alguien te eche de menos, eso será que hiciste algo bien. Recuerda que si te quieren, no se irán. Si te necesitan, lo demostrarán. Y si es tuyo, no regresará a ti. No todos los dichos son ciertos, ni la vida es siempre de color de rosa. Por eso lucha, lucha mucho. Hasta que gastes el último cartucho, la última bala. Que no se diga que no fue por no intentarlo, pero después déjalo marchar si no regresa. Que vuele alto.
Muy alto. Vuela tanto que seas capaz de verlo todo desde la cima para que pises fuerte y con pies de plomo. Aprende a dejar huella, donde nadie sea capaz de verla pero que se quede ahí para siempre. Grabada. Guarda ese tipo de secretos que se quedan congelados, recuerda que una vez te dijeron que lo mejor de las historias es que sean solo tuyas, de nadie más. Lo mejor de la vida siempre será lo que no se cuenta, por eso mantén nuestro secreto. Para que siga volando.
Que vuele más alto. Y más deprisa, así como el amor llega de repente y sin cita previa. La vida no está hecha para perder el tiempo en la sala de espera. Déjate enamorar y que te enamoren. Enamórate de los sueños que te quedan por cumplir, de las metas que poco a poco y paso a paso se abren camino tras una larga batalla. Enamórate de la vida y de sus momentos más difíciles porque gracias a ellos encontramos los mejores. Enamórate de ti, de tu voz, de tu cuerpo, de tus ganas. Y si aún te queda espacio para más, enamórate de él. Cuélgate. Hazle volar.
Hazle volar como cuando visitas ese lugar que tantos recuerdos te trae. Atrévete a volver y a revivir. Recuerda que no puede ser nada malo si un día te hizo sonreír. Y que las personas cambian, el tiempo cambia, pero hay lugares que parecen que se quedan congelados. Hay sitios que esconden secretos que nadie sabe, ni siquiera tú. Siente la magia que ese lugar te ha guardado, a pesar del tiempo, del momento, de la no compañía. Hay sitios que nos pertenecen en cierta medida. Lugares donde nos hicieron volar.
Vuela de nuevo. Escucha esa canción que ya no se lleva pero que fue tu favorita, te darás cuenta que lo sigue siendo. Date cuenta que hay demasiadas cosas que no cambian, eso nos arropa. Nos hace sentir como en casa, la sensación de volver después de todo un día de trabajo. Y el beso de mamá, el de papá. Tu plato favorito hecho por tu abuela. El llegar a una casa ajena, desconocida por el momento, y escuchar un "siéntete como en casa". Y volar sin remedio.
Sin remedio y con ganas. Disfruta de ti y aprende a vivir sola. Descubre que no necesitas a nadie, que solo los cobardes se aferran a alguien por miedo a la soledad. Tu no. Tu eres una valiente y ha quedado demostrado. Enséñales que la felicidad no depende de alguien que te reciba con unos buenos días y un desayuno en la cama. Ni alguien que todas las noches te recuerde que va a estar allí al despertar. Ser feliz es mucho más, te reto a que lo descubras. Déjate volar un poco. Sé libre.
Libre como un pájaro que se despierta cada mañana en una punta del mundo. Y que regrese de vez en cuando. A veces es necesario volver para saber donde no quieres regresar. Cuando vuelvas recuerda el camino, no tengas miedo de mirar atrás. Los valientes son capaces de regresar a ese lugar, ese momento, esa persona que hizo magia. Y quizás aún piense que hablas de él. Pero te dije que un día ibas a escribirle y iba a preguntarse si todavía era. Pero ya no. Ya nunca. Ya solo vuelves para darte cuenta que en peores te has visto.
Y cuando esté oscuro y te digan que no, cuando se cierren las ventanas, las puertas y se vuelva negro.
Recuerda todo lo que has volado, y todo lo que te queda por volar.
Vuela alto. Muy alto.
Vuela alto. Muy alto.
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